No es fácil titular con mensajes adecuados. No pretendemos informar sobre una característica medicinal de la unidad monetaria norteamericana, aunque poseerla tiene funciones estabilizadoras de las emociones y protege el patrimonio. Sólo queremos referir la tragedia que debemos sufrir quienes requerimos consumir medicinas en Venezuela. Es decir, la gran mayoría de los ciudadanos.
Conducir adecuadamente la economía de una nación es trabajo muy complicado. Muchísimo más cuando quienes tratan de hacerlo se han metido en una vía escabrosa donde coexisten cuatro tasas de cambio (tres de ellas "oficiales"): Un dólar realmente oficial que tiene una tasa de cambio de 6,3 bolívares que aparece más o menos con la periodicidad del cometa Halley y que teóricamente se asigna para importaciones de "primera necesidad". Un dólar Cadivi o Cencoex, asignado con criterios dudosos a importaciones de alimentos y otros rubros imprescindibles y que tiene un valor, hoy, de 11 bolívares por dólar estadounidense. Un dólar llamado Sicad II de valor variable (actualmente en algo que ronda los 50 bolívares por dólar) y que se asigna caprichosamente a importaciones sectoriales que se determinan y deciden de acuerdo con la inspiración de algún burócrata.
Adicionalmente y ocasionado por este laberinto cambiario, existe un dólar negro que ante la duda de su posibilidad de mención... preferiremos callar.
Para importar insumos y medicinas hace falta tramitar monedas duras que supuestamente provienen a la tasa del dólar realmente oficial y realmente inaccesible.
Por razones etarias estamos obligados a consumir algunas medicinas imprescindibles. No podemos hacer una opinión adecuada pues nos vamos a referir a las tres medicinas que consumimos y el universo de productos medicinales que tiene que manejar una farmacia asciende a más de cinco mil presentaciones. Tampoco las vamos a mencionar para evitar conflictos promocionales.
Dado que los precios artificiales conducen irremediablemente a la escasez, cada vez que podemos viajar nos hemos impuesto, que en lugar de comprar algunos caprichos, tenemos que comprar medicinas. Así lo hacemos desde hace unos cinco años. Y con esta experiencia, repetimos localizada, hemos llegado a algunas tristes conclusiones.
El régimen que nos destruye tiene una lista de medicinas de la mayor importancia y el más generalizado consumo, cuyos precios están draconianamente regulados. En nuestro caso son medicinas para paliar la diabetes senil, para regular la tensión arterial y para complementar la deficiencia de la tiroides. A la fecha y por experiencia muy reciente hemos realizado un ejercicio similar al que diseñó The Economist en relación a la determinación de las relaciones monetarias a través de los precios de la hamburguesas McDonald, el llamado Macdolar, con las presentaciones de nuestras medicinas y llegamos a la conclusión de que el cambio a que conduce este análisis en el caso de nuestras tres medicinas "reguladas" es, asombrosamente, de que un bolívar equivale a algo más de cinco dólares. No se asombren... así como lo leen: cinco dólares por bolívar.
Haciendo el mismo análisis con una cuarta medicina que no tiene esa dudosa calificación de "precio controlado" llegamos a valores un poco mayores del estratosférico y casi inaccesible dólar oficial de seis bolívares con treinta céntimos.
Las consecuencias inmediatas son evidentes, vienen regidas por la ley de la oferta y la demanda, las medicinas que tienen los precios controlados (y muy especialmente a los absurdos niveles descritos) no se consiguen.
La consecuencia gravísima es que quienes requieren la medicina y no la pueden encontrar...viven peor.
"La medicina, o cualquier bien o servicio, más caro, es el que no se consigue" y pensemos, estamos escribiendo sobre la salud del venezolano.
¿Tendrá la aprobación de los ciudadanos esta política? No lo creemos.
**Advertencia imprescindible: No tengo ninguna vinculación ni con laboratorios ni con representantes importadores de medicinas, ni con ninguna farmacia, sólo soy un (im)paciente.
rafael862@yahoo.com
@rafael862
Conducir adecuadamente la economía de una nación es trabajo muy complicado. Muchísimo más cuando quienes tratan de hacerlo se han metido en una vía escabrosa donde coexisten cuatro tasas de cambio (tres de ellas "oficiales"): Un dólar realmente oficial que tiene una tasa de cambio de 6,3 bolívares que aparece más o menos con la periodicidad del cometa Halley y que teóricamente se asigna para importaciones de "primera necesidad". Un dólar Cadivi o Cencoex, asignado con criterios dudosos a importaciones de alimentos y otros rubros imprescindibles y que tiene un valor, hoy, de 11 bolívares por dólar estadounidense. Un dólar llamado Sicad II de valor variable (actualmente en algo que ronda los 50 bolívares por dólar) y que se asigna caprichosamente a importaciones sectoriales que se determinan y deciden de acuerdo con la inspiración de algún burócrata.
Adicionalmente y ocasionado por este laberinto cambiario, existe un dólar negro que ante la duda de su posibilidad de mención... preferiremos callar.
Para importar insumos y medicinas hace falta tramitar monedas duras que supuestamente provienen a la tasa del dólar realmente oficial y realmente inaccesible.
Por razones etarias estamos obligados a consumir algunas medicinas imprescindibles. No podemos hacer una opinión adecuada pues nos vamos a referir a las tres medicinas que consumimos y el universo de productos medicinales que tiene que manejar una farmacia asciende a más de cinco mil presentaciones. Tampoco las vamos a mencionar para evitar conflictos promocionales.
Dado que los precios artificiales conducen irremediablemente a la escasez, cada vez que podemos viajar nos hemos impuesto, que en lugar de comprar algunos caprichos, tenemos que comprar medicinas. Así lo hacemos desde hace unos cinco años. Y con esta experiencia, repetimos localizada, hemos llegado a algunas tristes conclusiones.
El régimen que nos destruye tiene una lista de medicinas de la mayor importancia y el más generalizado consumo, cuyos precios están draconianamente regulados. En nuestro caso son medicinas para paliar la diabetes senil, para regular la tensión arterial y para complementar la deficiencia de la tiroides. A la fecha y por experiencia muy reciente hemos realizado un ejercicio similar al que diseñó The Economist en relación a la determinación de las relaciones monetarias a través de los precios de la hamburguesas McDonald, el llamado Macdolar, con las presentaciones de nuestras medicinas y llegamos a la conclusión de que el cambio a que conduce este análisis en el caso de nuestras tres medicinas "reguladas" es, asombrosamente, de que un bolívar equivale a algo más de cinco dólares. No se asombren... así como lo leen: cinco dólares por bolívar.
Haciendo el mismo análisis con una cuarta medicina que no tiene esa dudosa calificación de "precio controlado" llegamos a valores un poco mayores del estratosférico y casi inaccesible dólar oficial de seis bolívares con treinta céntimos.
Las consecuencias inmediatas son evidentes, vienen regidas por la ley de la oferta y la demanda, las medicinas que tienen los precios controlados (y muy especialmente a los absurdos niveles descritos) no se consiguen.
La consecuencia gravísima es que quienes requieren la medicina y no la pueden encontrar...viven peor.
"La medicina, o cualquier bien o servicio, más caro, es el que no se consigue" y pensemos, estamos escribiendo sobre la salud del venezolano.
¿Tendrá la aprobación de los ciudadanos esta política? No lo creemos.
**Advertencia imprescindible: No tengo ninguna vinculación ni con laboratorios ni con representantes importadores de medicinas, ni con ninguna farmacia, sólo soy un (im)paciente.
rafael862@yahoo.com
@rafael862
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